Momentos clave en el desarrollo de la función manual en el niño: 0-18 meses

noviembre 11, 2013

 

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Como ya os comenté  en el post sobre “control cortical del agarre y la mano del niño”, el niño aprende a través de resolver los problemas que se le van planteando conforme va creciendo y conforme siente la necesidad de interaccionar con el entorno.

 

Normalidad =variabilidad

Podría plantearos una preciosa tabla donde hablemos de edades aproximadas de adquisición de hitos y de  qué es lo que tiene que hacer el bebé o el niño pequeño a esa edad, pero no es la idea. Eso  ya lo tenemos en los libros y recordar edades e hitos sin entender porqué el bebé o el niño pequeño puede llegar a ser capaz de, por ejemplo, alcanzar un objeto y llevárselo a la boca o cambiárselo de mano, no creo que tenga  mucho sentido.

Otro aspecto que me parece muy importante a resaltar, es que, NORMALIDAD = VARIABILIDAD, lo que implica que cada niño necesita su tiempo y que, si no encontramos ningún signo que nos haga sospechar de patología subyacente, no tenemos por qué obsesionarnos con las edades de adquisición de hitos.

En terapia, muchas veces cuantificamos para hacernos una idea de cómo se está desarrollando ese bebé o niño pequeño, compararlo con su grupo de edad y, sobre todo, para tener unos valores tangibles, que nos permitirán poner en evidencia el progreso de una forma más objetiva. Sin embargo, hay que tener en cuenta la calidad con que el niño es capaz de resolver problemas y, por tanto, de aprender.

Anteriormente en el blog hemos hablado de que el aprendizaje del movimiento surge de la necesidad de interaccionar, nos movemos para alcanzar algo o a alguien que nos interesa, para comunicarnos con él… Para conseguir nuestro objetivo, utilizamos una serie de recursos que implican la interacción de la vista, el sistema somatosensorial, el sistema motor y la cognición principalmente, para finalmente seleccionar la secuencia de acciones musculares (en el caso del aprendizaje motor) que nos resultan más eficientes para conseguir nuestro objetivo y, una vez las hemos practicado de forma suficiente como para no tener que pensar cuando se nos presenta la situación a la que  tenemos asociada dicha secuencia, entonces podemos decir que la hemos automatizado y, por tanto, aprendido (así en palabras simples :) ).

Hay varios momentos clave del desarrollo sensoriomotor que son prerrequisitos para poder regular adecuadamente el agarre y, finalmente, interaccionar con los objetos, usarlos como herramientas…

 

Para que exista un buen control del movimiento de los dedos, que permita al niño disociarlos entre sí y adoptar diferentes formas con la mano para ajustarla bien a las características del objeto, necesitamos de:

La capacidad de alcanzar el objeto

Es necesario un control de la postura en contra de la gravedad que permita al niño mantener el brazo en el aire sin oscilación y extender la muñeca… lo que conocemos como “estabilidad proximal”. Pero ojo! también necesitamos que el niño sea capaz de mover selectivamente el hombro, codo, antebrazo y muñeca para que el ajuste de la forma de la mano en el agarre sea óptimo.

Este hecho implica poseer suficiente control antigravitatorio para mantener un equilibrio entre estabilidad y movilidad de los diferentes segmentos del brazo.

Un buen control de la musculatura intrínseca de la mano

La musculatura intrínseca de la mano es la que está dentro de la propia palma y va a proporcionarnos la estabilidad necesaria para poder mover cada uno de los dedos selectivamente.

La selectividad implica ser capaz de variar y fraccionar el movimiento, lo que requiere la interacción de todos los componentes (cognitivos, sensoriales y motrices) que hemos mencionado anteriormente.

La selectividad de los dedos empieza a ser clara a partir de los 6 meses de edad, cuando el niño ya puede cambiarse los objetos de mano (transferencia del objeto) y se incrementa hacia los 8-9 meses cuando ya puede alcanzar con la mano por encima de su cabeza estando sentado, extendiendo la muñeca y separando los dedos entre sí, dibujando la bóveda de la mano.

Como ya os he comentado, fijaos en los hechos cognitivos, sensoriales y motrices y no tanto en la edad (que es orientativa ya que algunos tardan más y no implica que tengan un desarrollo patológico; hay que observar la calidad del mismo y la capacidad del niño para resolver problemas).

 

Aspectos del manejo del niño pueden influenciar en el desarrollo de la habilidad manual

Permitirle jugar en el suelo y explorar su propio cuerpo y el entorno próximo es la clave principal.

Al principio, sus retos serán atendernos con la vista y controlar la cabeza, para más adelante, empezar a dirigir las manos hacia diferentes puntos del espacio mientras permanece tumbado: a la boca, juntarlas estando pegadas al cuerpo, separarlas del cuerpo y mantenerlas en el aire para alcanzar nuestro rostro o diferentes objetos, juntarlas en el aire y, poco a poco, empezar a orientarse en diferentes direcciones para conocer su alrededor.

Cuando se encuentra tumbado boca abajo, aprende progresivamente  a separarse del suelo empujando con sus antebrazos y/o manos, se equilibra para levantar una mano, se alza sobre sus manos y rodillas, se arrastra, gatea… Todas estas actividades conllevan un trabajo de estabilización por parte del brazo para evitar que el colapso hacia el suelo y, por otro lado, proporcionan al niño un maravilloso abanico de información sensorial (peso del cuerpo, sensación del tacto, cálculo de distancias…) que le servirá para hacerse una idea del espacio y para regular mejor el ajuste del movimiento y postura de sus manos cuando desee manipular.

El hecho de mantenerse sentado libre implica que puede usar las manos con independencia del apoyo. A partir de este momento, la capacidad de alcanzar y manejar diferentes tipos de objetos aumenta exponencialmente. Es entonces, cuando es capaz de dibujar una adecuada bóveda de la palma de la mano y de mover disociadamente los dedos, el momento en que  sus manos estarán preparadas para empezar a oponer el pulgar, lo que se traducirá en iniciar el agarre con pinza.

Cuando el niño aprende a desplazarse sin tener que ir apoyado (caminar), todavía se incrementa más el abanico de posibilidades de manejar los brazos y las manos y, por tanto, la variedad  de experiencias con los objetos.

Mientras el niño sostiene un objeto con sus manos, recibe muchas informaciones: temperatura, peso, densidad, rugosidad, tamaño, forma…  Se requiere de la experiencia y de la maduración de todos los sistemas (repito: cognitivo, sensorial y motor) para aprender a hacer un uso de las mismas que facilite poder elegir cuál es la mejor opción del repertorio de posibilidades motrices con las que el niño cuenta en función de la situación a la que se enfrente.

Debemos ser cautos a la hora de emitir juicios sobre la capacidad del niño para manejar sus manos, ya que depende en gran medida del uso previo que haya hecho de ellas y de sus habilidades a muchos niveles. Por otro lado, no conviene obsesionarnos con la idea de alcanzar la pinza como meta si previamente no contamos con un buen control proximal, con la capacidad de extender la muñeca y formar una adecuada bóveda de la mano que permita el despliegue de los dedos y con la destreza para variar y  fragmentar  el movimiento (selectividad). Recordemos que esta es la pescadilla que se muerde la cola: “si no puedo moverme de forma selectiva, no podré recoger una adecuada información sensorial que guíe el movimiento de mis manos y viceversa”.

 

CLAVES

Recordad estas palabras: alcanzar, agarrar, transladar, soltar, transferir,  orientar la mano, rotar el objeto, utilizar la información somatosensorial recibida para planificar y ajustar el movimiento,  y, sobre todo, darle uso a los objetos con una finalidad significativa para el niño ;)

 

 

Como muestra, os dejo un minivideo que recoge algunos de los momentos clave del desarrollo.

Que lo disfrutéis.

Un abrazo.

 

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Comentarios

  1. Tino Silvestre comenta: 13 noviembre, 2013

    Buena entrada y muy didáctico el video. Un saludo

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